En el año 1966, en un acto en la escalinata de la Universidad de la Habana, Fidel advertía a los maestros de entonces, en una de sus tremendas miradas al futuro, de que no formaramos en las aulas a generaciones de cubanos desconectados de la realidad del país, personas que no conocieran de los sacrificios que cuesta hacer una revolución socialista, en las condiciones en que Cuba tiene que llevar adelante su proyecto de justicia social, económica y política.
El sistema legal en Estados Unidos es extremadamente adversarial, es decir, la función del fiscal es hacer todo lo que esté a su alcance para obtener la condena del acusado, mientras el abogado defensor hace todo lo posible para que su defendido resulte absuelto o con la menor pena posible. En este sistema de adversarios, por tanto, donde la meta no es la justicia sino ganar el pleito, un buen abogado es imprescindible.
Este fue el fundamento de la Corte Suprema de Justicia, en “Gideon v. Wainwright” (1963) al decidir unánimemente que en base a la Sexta Enmienda de la Constitución, los tribunales tienen que proporcionar ayuda legal a los acusados que no puedan pagar su propia defensa, porque sin abogado defensor no es posible, obviamente, un juicio justo. Este fue un momento de luz en el sistema de justicia lleno de sombras de Estados Unidos.
Debe estar conectado para enviar un comentario.