Raúl Antonio Capote
Todos llevamos un burócrata por dentro, incluso hay quien lleva dos y hasta tres. Hay otros que lo exhiben sin miedo, esos que sacaron a su yo burocrático del closet y se sienten orgullosos de su poder. Cualquiera puede ser un perfecto burócrata. No es hereditario, pero si, altamente contagioso. En la Cuba de hoy estamos ante un dilema, porque cuando esa enfermedad, pasa al cuerpo del estado socialista, sus efectos pueden ser fatales, los síntomas se extienden con rapidez y lo frenan todo, inmovilizan, detienen, ralentizan. La burocracia es enemiga de cualquier cambio porque este significa una mengua de sus pequeñas, medianas o grandes cuotas de poder.
Nuestro dilema hoy es socialismo contra burocracia, es la lucha entre quienes quieren lealmente actualizar el socialismo y ciertas mentes enquistadas en sus miedos. No creo, como muchos afirman, que la burocracia es un mal común a los proyectos socialistas, la burocracia es un mal común del capitalismo que la necesita para conservar el poder, esta es su principal herramienta contra las revoluciones, contra los cambios. La establecida y fuerte burocracia estadounidense, por ejemplo, es garantía del poder, del establishment.
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